HUANCAVELICA. 1 de enero. Fiesta del niño perdido |
EL PERÚ EN LAS OBRAS DE LA LITERATURA HUANCAVELICANA ACTUAL
I. MARCO
HISTÓRICO CULTURAL
1.1.
Caída del régimen comunista y sus consecuencias
Los inicios de la
década del 90 estarían determinados por la desintegración de la URSS, la cual,
a finales de los 80 ya se venía vislumbrando; la Reunificación de las dos
Alemanias en 1990 (República federal de Alemania y República democrática de
Alemania) y la caída del Telón de acero
de la URSS, acabarían por sepultarlo; como resultado nuevas naciones alcanzan
su independencia, entre ellos Lituania, Armenia y Ucrania. Por otro lado,
países como Polonia, Hungría y Checoslovaquia inician un rápido proceso de
reformas internas que culminarían con el fin de sus gobiernos comunistas.
Ya
con el bloque occidental como única potencia global, en 1991 estalla la Guerra del Golfo Pérsico,
enfrentamiento bélico librado en territorios de Kuwait e Irak, motivado por el
control de las reservas petrolíferas del primero; Irak cede en febrero del
mismo año, debido a la intervención del ejército norteamericano.
En
1992 el Tratado de Maastricht
determina y consagra el nacimiento oficial de la Unión Europea, cuya moneda, el Euro, entraría en vigor en 1999; en
tanto, en Sudáfrica, en 1990, es liberado Nelson Mandela y cuatro años después
es nombrado presidente de la república; la lucha que emprendió contra el Apartheid (segregaqción o
discriminación racial), hace treinta años, se vio satisfactoriamente cumplida.
En 1998 se inicia en todo el mundo el boom por la telefonía móvil.
En
el campo de la astronomía se vivió una época de grandes descubrimientos: en
1990 Estados Unidos pone en órbita el telescopio espacial Hubble, gracias a la
cual los científicos pudieron ser testigos del nacimiento de algunas estrellas,
determinar la cantidad de galaxias (miles de millones) y la edad del universo
(14 000 millones de años). En 1997, la sonda espacial Mars Pathfinder de la
NASA inicia la exploración de la superficie de Marte, encontrando agua
congelada en uno de sus polos. Ya en 1998, los Estados Unidos, Rusia y la
Agencia Espacial Europea colaboran en la construcción de la Estación Espacial
Internacional, recinto habitable, destinado al estudio de nuestro planeta y del
cielo.
En
el campo de la genética, Dolly se convierte en el primer mamífero clonado a
partir de una célula adulta
1.2.
El caso latinoamericano
A
nivel latinoamericano, en 1991 nace la organización regional Mercado Común del Sur (Mercosur) con el
fin de eliminar las barreras arancelarias entre sus estados miembros
(Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay, luego Chile, Venezuela y México); en
tanto, la Comunidad Andina se
impulsa enormemente, sus integrantes (Perú, Colombia, Bolivia y Ecuador, antes
Chile y Venezuela) buscan su integración y desarrollo comercial y económico.
En
los 90 Colombia vive cierto grado de inestabilidad, producto de los grupos subversivos
habidos en el país; en 1993 es Abatido Pablo Escobar, líder del Cartel de Medellín, organización
delictiva dedicada al tráfico de cocaína y que tuvo al país, entre 1976 y 1993,
sumido en la inestabilidad y el terror, ya que, sus integrantes, no sólo habían
trastocado los estamentos civiles, sino que también habían incursionado en
política.
En
México, en 1994 surge el Ejército
Zapatista de Liberación Nacional, organización armada que en 1994 se
levanta en contra del gobierno, proclamando un tipo de sociedad socialista para
México. En 1998, la histórica visita de Juan Pablo II a Cuba merece la atención
internacional, Fidel Castro lo recibe y se enfrascan en una larga conversación,
gracias a la cual el Papa se solidariza con los pueblos oprimidos.
También
de 1998 es la victoria de Hugo Chávez en las elecciones presidenciales de
Venezuela, quien enfrenta la crisis que vive el país fundando la llamada Revolución Bolivariana: impulsó una
nueva constitución y cambió el nombre del país por el de República Bolivariana
de Venezuela; tras la muerte de Chávez, Francisco Maduro heredó la revolución y
aún hoy sigue al mando del poder.
En
el 2000, Panamá asume la soberanía del Canal, después de haber estado en manos
de Estados Unidos por casi cien años; dicho canal es una vía fluvial artificial
que une los océanos Atlántico y Pacífico a través del istmo de Panamá.
Perú,
por su lado, es víctima de la dictadura fujimontesinista.
1.3.
Perú y la dictadura de derecha
En 1990 Alberto
Fujimori es elegido presidente del Perú y apenas asume el poder, emprende una
política anti-terrorista que busca reprimir el avance senderista en la zona
centro del país, donde habían ya perdido apoyo y popularidad, y es que su
accionar barbárico (lapidaban, ahorcaban y quemaban a los llamados “enemigos de la revolución”) e
intenciones por fortalecer la revolución, tenían también por objetivo dejar en
el olvido las costumbres ancestrales andinas; Lima entonces se convierte en el
nuevo epicentro del accionar terrorista, por lo que Alberto Fujimori fortalece
el Servicio de Inteligencia Nacional (SIN) y promueve el surgimiento de un
grupo paramilitar o escuadrón de la muerte, Grupo Colina, que los reprimió sin contemplación alguna.
El
3 de noviembre de 1991, se da precisamente una de las más notorias y polémicas
acciones del Grupo Colina: en
Barrios altos 15 personas fueron asesinadas acusadas de terrorismo; la Masacre de Barrios altos, como así fue
llamada, causó conmoción y protestas en gran parte de la sociedad civil y
política. Al año siguiente en Tarata (céntrica calle limeña), el 16 de julio,
estalló un coche-bomba; dos días después acusados del atentado, en la
Universidad Nacional Enrique Guzmán y Valle, fueron secuestrados y
desaparecidos 9 estudiantes más un profesor (La Masacre de La Cantuta).
El 12 de setiembre de 1992, Abimael Guzmán es finalmente capturado y la
influencia senderista disminuida; años después, en 1999, es también capturado
su sucesor Óscar Ramírez Durand, alias camarada Feliciano.
De
1992 es también la disolución del congreso de la república, tras el autogolpe
protagonizado por el mismo Alberto Fujimori; al año siguiente se formula y
aprueba una nueva constitución; en tanto, su popularidad crece, tanto que en
las elecciones de 1995 es reelegido.
El
17 de diciembre de 1996, miembros de la organización terrorista Movimiento
Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) toman como rehenes a cerca de 800 personas
entre diplomáticos, políticos, empresarios y oficiales del gobierno en la
denominada Toma de la residencia del
embajador japonés en Lima; el 22 de abril del año siguiente, tras la
incursión de comandos de las Fuerzas Armadas denominada Operación Chavín de Huántar, los rehenes serían liberados. El
accionar de esta operación recibió el elogio y admiración del mundo entero; sin
embargo, posteriormente fue criticada por la supuesta ejecución extrajudicial
de los terroristas.
En
el 2000 la prensa peruana difunde un video en el que Vladimiro Montesinos,
principal asesor del presidente Alberto Fujimori, aparece sobornando a un
parlamentario. Sería el inicio de una crisis social y política que se agravaría
con la aparición de muchos otros videos más y la huida a Panamá de Montesinos;
Alberto Fujimori huye también y desde la tierra de sus descendientes, Japón,
renuncia a su cargo; no obstante, Vladimiro Montesinos es capturado.
Posteriormente el ex presidente, Alberto Fujimori se entrega también a la
justicia peruana y ambos son
juzgados, recibiendo una condena de prisión efectiva de entre 6 y 25 años de
cárcel, por su responsabilidad directa en delitos de asesinato, secuestro
agravado, lesión, falsedad ideológica, apropiación de fondos públicos, etc.
1.4.
El camino hacia la modernización: La creación de la Universidad
Nacional de Huancavelica
Por gestión del entonces diputado Dr. Moisés Tambini del Valle, se crea,
mediante Ley N.° 25265 del 20 de junio de 1990 la Universidad Nacional de
Huancavelica, siendo el coordinador General el periodista Héctor Segovia
Aguilar; no obstante, las clases se darían inicio recién el 20 de junio de
1990, convirtiéndose así en la primera Universidad del Perú descentralizada, ya
que varias de sus facultades funcionan en provincias adyacentes a la sede
central.
Por otro lado, la pobreza en
Huancavelica se ve incrementada a falta de la inserción al mercado
internacional de parte de los productores locales, reduciéndose, por el
contrario, al mercado local o regional. En este contexto, Federico Salas
Guevara, alcalde provincial de Huancavelica organiza la sacrificada y heroica Cabalgata a Lima, que seguía tres
principales objetivos: La autonomía de Huancavelica, el canon energético y un
programa de emergencia para el departamento que promueva su desarrollo y
sostenibilidad.
Federico Salas, hombre culto y educado, por otro
lado, promueve también el arte y la literatura en Huancavelica, coadyuvando al
desarrollo de actividades netamente literarias y artísticas a las que jóvenes
escritores se aúnan entusiastamente. Es el periodo de mayor proliferación
cultural de estos años, siendo un ejemplo de ello la ejecución del IX Encuentro Regional y I Internacional de
Escritores “Teodoro Manrique España”, en la que múltiples voces literarias
de dentro y fuera del país se reúnen; no obstante, la caída del gobierno
fujimorista develaría hechos oscuros en la vida de Federico Salas: Posterior a la
sacrificada Cabalgata de los andes,
es nombrado Presidente del Consejo de Ministros del tercer gobierno de Alberto
Fujimori y como tal, a la caída de este, su nombre y prestigio decayó
notablemente y su nombre repudiado.
II. LOS AÑOS
90 EN HVCA
2.1.
El mundo contemporáneo en la
literatura de los 90
Como oposición al Cyberpunk de finales de los 70 y gran
parte de los 80, surge el Postcyberpunk;
éste es un subgénero de la literatura de ciencia ficción que centra su eje
temático en el desarrollo de la tecnología en sociedades futuras posibles; no
obstante, a diferencia del Cyberpunk,
sus personajes aspiran a mejorar las condiciones de vida de la sociedad.
Autores representativos son: los norteamericanos Nancy Kress (1948), Neal
Stephenson (1959) y el australiano Greg Egan (1961).
El
Biopunk es otro subgénero de la
ciencia ficción y a diferencia del Postcyberpunk
o el Cyberpunk, éste usa elementos
de la novela policiaca, del anime japonés y del lenguaje postmodernista;
describe así, una sociedad de tinte nihilista y underground que convive con un mundo tecnológico, especialmente la
biotecnológica; sus personajes son seres modificados genéticamente, luchan en
contra de gobiernos y empresas multinacionales que hacen mal uso de la
biotecnología o la usan con fines particulares y egoístas. Autores exponentes
son: el inglés Paul J. McAuley (1955) y el norteamericano Greg Bear (1951).
El
Finalismo, llamado así por la
ensayista Margarita Márquez Padorno, es un grupo de poetas españoles reunidos
en la antología “Finalismo, cinco poetas que cerrarán el siglo”, en la que se
reunió poemas de Alfonso Román Gota (1971), Alfonso Berrocal Betés (1973),
Pablo Méndez (1975), Sergio Rodríguez Prieto (1976) y Óscar Canelas (1977). La
poesía de estos jóvenes se caracteriza por cierto apego a la ideología
existencialista y el tratamiento más abierto de la imaginación, la que entronca
con la realidad para darle un aire más mágico y metafórico.
Por
otro lado, en España, a la euforia y dinamismo de la Literatura de la diferencia y de la Estética cuántica, la continuó La
tertulia del salón en 1998, motivado y difundido por escritores ya
consagrados como Gregorio Morales (1952) y Fernando de Villena (1958) y al que
luego se unirían jóvenes narradores como Charo Blanco o David Escobedo.
Emparentados
con McOndo, grupo latinoamericano,
es el grupo literario español Nocilla,
llamada también Generación Nocilla, Nocilla team o Afterpop; este comprende un grupo de narradores de estética común
que rechazan la magnificencia y misticismo de las novelas anteriores y postulan
una embadurnada de tintes y moldes urbanos contemporáneos, incluyendo en ella
la influencia del mundo cibernético. Representantes son: Agustín Fernández
Mallo (1967), Vicente Luis Mora (1970), entre otros.
2.2. Las huellas del boom latinoamericano y otras
manifestaciones literarias en Latinoamérica
En
México Ignacio Padilla (1968), Jorge Volpi (1968) y Ricardo Chávez Castañeda
(1961), entre otros más, publican en 1996 cinco novelas que dan inicio a la
llamada Generación Crack, término
onomatopéyico que denota la fractura o rompimiento de algo; y es que es
precisamente éste los fundamentos de esta generación: rompen con las posturas
del Postboom latinoamericano y
aspiran a la construcción de la novela
total, la cual engloba una mayor complejidad en la forma y estructura del
texto. Se trata de un retorno a los moldes y enseñanzas del Boom latinoamericano.
McOndo, por su parte,
surge a principios de los años 90 en Hispanoamérica como reacción a la estética
aún dominante del Realismo mágico; describe escenarios reales urbanos y
cotidianos, en donde la magnificencia, el misterio y el exotismo pasan a
segundo plano. El chileno Alberto Fuguet es el propiciador y máximo
representante de éste fenómeno; movido por el conservadurismo editorial
norteamericano y europeo, Fuguet prefiere publicar novelas de tinte
folklorista, manifiesta que la sociedad latinoamericana de hoy, no es ya la que
escritores como Gabriel García Márquez o Mario Vargas Llosa pintaron; el mundo
tecnológico, la cibernética, la globalización, son
también parte inmanente al individuo latinoamericano y como tal necesitan
también ser retratados. Así, a la pomposidad y ornamentismo del Realismo mágico, McOndo la reemplaza por la delincuencia, la violencia extrema, el
narcotráfico; a la identidad latinoamericana, la moderación; al tratamiento
metafórico y disimulado de la sexualidad, el tratamiento abierto de los tabúes
y a la inclinación por ideologías libertarias o democráticas, la ausencia de
ideología política. Representantes son: el boliviano Edmundo Paz Soldán (1967),
el argentino Rodrigo Fresán (1963), el peruano Jaime Bayly (1965) y el mexicano
Jordi Soler (1963), de entre otros muchos más.
En
el Perú el esteticismo, la Literatura
light o Realismo sucio, la
tendencia individualista y la novela
andina se encumbran como rótulos paradigmáticos de la nueva literatura. Por
un lado, el esteticismo e individualismo de Mario Bellatin (1960) e Ivan Thays
(1968), procuran la innovación de la narrativa
realista; por otro, escritores como el huancavelicano Zein Zorrilla (1951),
el ancashino Óscar Colchado Lucio (1947) o el piurano Cronwell Jara (1949),
proclaman el despertar artístico de la novela
andina y a diferencia de los anteriores que ensalzan la sociedad urbana, el
mundo rural es para estos escritores fuente de inspiración y de tratamiento
ideológico. El Realismo sucio, por
su lado, está representado por autores como Jaime Bayly, Óscar Malca y Daniel
F., estos dos últimos, son a la vez músicos, artistas que hacen de la poesía y
la narración parte de su obra.
En
poesía, los grupos peruanos Noble
Katerba y Neón, surgieron a
finales de la década del 80 e inicios de los 90 pero, así como fue rápida su
aparición, rápido también se desintegraron. Noble Katerba se caracterizaría por su herencia e influjo horazeriano
y Neón por su desparpajo y
volatilidad en relación a su estilo y temática.
La
Nueva narrativa chilena de los noventa; por
otro lado, opta por el cosmopolitismo, el lenguaje directo, ágil y claro. Sus
principales exponentes son Alberto Fuguet y Ana María del Río, de entre otros.
En
Colombia la coyuntura del momento motiva el surgimiento de una literatura que
ronda la temática de la drogadicción, los cárteles de la droga y el
narcotráfico; es la llamada Literatura
narco o del sicariato y cuyos
mayores exponentes son Sergio Álvarez, Jorge Franco y Fernando Vallejo.
2.3.
Zorrilla, Galindo y Gastelú: madurez
de la literatura huancavelicana
Quizá los años 90 puedan ser catalogados hasta hoy
como el periodo más productivo de la literatura huancavelicana, en esta década
se erigen las voces más promisorias e importantes de la literatura local,
llegando inclusive a tener el respaldo de la crítica nacional e internacional,
tal es el caso de las tres figuras más sobresalientes hasta hoy en día: Zein
Zorrilla, Percy Galindo y Harold Gastelú Palomino.
La voz de protesta por la
situación y condiciones de la tierra y los campesinos se traslada ahora a voz
de los mismos protagonistas, pero en tierras a las que el hombre andino ha
emigrado; allí, la lucha por la identidad andina confronta con la
transculturización occidental que viene forjándose ya décadas atrás; Zorrilla
(2004) explica este fenómeno en los siguientes términos: “Por efecto de los cambios sociales que estremecieron las cordilleras
(…) la Novela Andina muda de temas y tramas, de personajes y escenarios”
(p.18); es pues la mezcla de costumbres, formas de vida e historia y la
situación de la identidad, enervada por un mundo tecnológico cada vez más
trivial y frío, que hace que la naturaleza de la novela neoindigenista
cuestione sus propios principios; Zorrilla así, proclama la eclosión de una
novela con identidad propia y un camino que no se supedite a los caprichos de
los de la “metrópili”, pero que
tampoco ceda al telurismo ciego y castrante del indigenismo: “tenemos de la cultura nativa un componente,
pero de la cultura europea tenemos el otro”.
La capital del
departamento vive también la efervescencia por hacer de la cultura local uno de
interés universal; para ello absorben la influencia de escritores fuera del
entorno local y nacional. En este esfuerzo se encuentran Humberto Huiza Oyola,
Jaime Pari, Orlando Loayza, Odilón Ramos Boza, Maritza Pozo Manrique y Fidel
Hilario Huamaní, quienes leen ya a Vargas Llosa, Hemingway, Eliot y otros, o
aquel otro grupo, residentes en la capital peruana, como Zein Zorrilla, Dida
Aguirre y Percy Galindo, quienes dejan entrever entre sus líneas la influencia
de Joyce, Balzac, Proust, Chéjov y más.
La técnica literaria es
pues un punto álgido a tratar en estos años y la madurez literaria su objetivo;
por ello no se encasillan en abordar temas de corte local, sino que procuran su
universalización. Resultado de ello es que hoy en día, la literatura
huancavelicana se ha erigido como una de las más interesantes a nivel nacional.
De corte tradicional son
Miguel Ángel Martínez y Rafael Gutarra Luján, el primero recogiendo el folklore
y la tradición tayacajina y huancavelicana y el segundo optando por las
tradiciones y costumbres de la ciudad que lo acoge desde hace varios años atrás,
Piura; al igual que este último Alberto Chavarría y Antonio Muñoz Monge
empatizan y se identifican con la cultura y filosofía huanca y Harold Gastelú
Palomino, con la ayacuchana.
De 1997 es la revista Vision
Ank´ara promovida y difundida por la municipalidad de Angaraes y
destinada al recuento de la historia del reino de las Águila Reales; de 1998,
es la antología Paginas dispersas, que reúne lo más excelso de la literatura
huancavelicana reunidos alrededor del Instituto Superior Pedagógico Público.
Ya finalizada la década,
en el 2000 la comisión organizadora del IX
Encuentro Regional y I Internacional de Escritores “Teodoro Manrique España”,
edita la revista Nivel cuatro, en la que proliferan las futuras voces de la
literatura huancavelicana.
III. AUTORES Y
OBRAS
3.1.
ZEIN ZORRILLA
Zein
Zorrilla nace en el distrito de Anco, provincia de Tayacaja y departamento de
Huancavelica, el 21 de setiembre de 1951. Ha dedicado su vida a la literatura
muy paralelamente a su profesión (ingeniero de minas).
En 1982, se hace merecedor de una Mención Honrosa en
el concurso El cuento de las mil
palabras de la revista Caretas; tres años después es
finalista de la Tercera bienal de cuento
Premio Copé; en 1988 publica su primera colección de cuentos, ¡Oh
generación!, influenciado por Chejov y Hemingway; en 1996 nace Dos
más por Charly, su primera novela, en la que, al igual que en su
colección de cuentos, refleja el conflicto de identidad propia de las
sociedades urbanas nacientes, que experimentan mutaciones sociales gracias a
fenómenos como la migración o el crecimiento demográfico de las ciudades. En
1999 nace su segunda novela Las mellizas de Huaguil y en 2003 Siete
rosas de hierro (cuentos) y Carretera al Purgatorio (Novela),
ésta última merecedora en el 2000 del Premio
Internacional de Novela “La ciudad y los Perros”. De sus últimas
producciones narrativas tenemos la colección de cuentos Bosque Almonacid y El
taller del traspatio y otros cuentos.
Zorrilla es también un prolífico ensayista. En este
género ha publicado Un miraflorino en Paris, Ribeyro: la tortuosa búsqueda del Craft (1998),
Vargas
Llosa y su demonio mayor: la sombra del padre (2000), La
novela andina: tres manifiestos (2004), Hija de Bergman y Kurosawa, nieta
de Balzac: la Novela del siglo XXI (2005), El mestizo de los andes y su
destino (2017).
Actualmente Zein Zorrila es considerado junto al
ancashino Óscar Colchado Lucio y al piurano Cronwell Jara como una de las voces
narrativas más importantes de la llamada novela
andina.
INUNDACIONES
La última semana había sido especialmente dura.
Comenzó con una protesta de trabajadores por las quincenas sin pago; a media
semana la compresora principal de la mina se paralizó por falta de repuestos, y
al finalizar, un molino quebró el eje y salió de operación. El viejo Robles y
sus mecánicos multiplicaron esfuerzos y lograron superar los inconvenientes. La
noche anterior, Hernán reunió a los mecánicos en torno a una jarra de ponche,
abrazó al viejo Robles y felicitó a todos por su entrega.
—Para eso estamos —dijo Robles.
—Increíble. Estamos operando sin dinero, ni
repuestos.
Robles asintió como si Hernán hablara de una mina
ajena. La satisfacción del esfuerzo desplegado lo volvía inmune a las penas de
esos instantes.
—Es la crisis, Hernán. Y es parte del juego. La vida
no sería vida si todo saliera bien. Lo importante es resistir.
***
En los siguientes días, la novedad estremeció los
socavones; los comedores de empleados y vestuarios de obreros; paseó su vaho
helado por los desiertos campamentos donde mujeres demacradas comenzaron a
murmurar:
—Ahora resulta que dependemos de una bomba.
—Una bomba vieja y sin repuestos.
Las más viejas sacudían la cabeza con ademán dudoso.
Habían oído hablar de equipos malogrados en los últimos meses, y sin embargo
los días brillaban igual, los cielos continuaban azules. Las mercantiles
estaban vacías y la leche y el arroz se conseguían con peripecias, pero ellas
sentían que las carencias eran pasajeras, que se solucionarían en cualquier
momento.
—¿Una bomba? Tonterías.
Arreglaban su pelo, indiferentes al frío viento que
antecedía a las tragedias:
—Ah, los hombres. Siembran el miedo, se hacen los
importantes, luego se emborrachan sin freno.
—Necesitamos un ingeniero viejo —dijo una mujer
madura que había llegado adolescente a la mina—. No al huahua ingeniero que nos
han puesto encima. ¿Ahora mismo, por dónde andará?
(…) Al día siguiente, Hernán informó las novedades a
Lima. Llegó la noche y no tenía respuesta. Salió de las oficinas y enfrentó a
los pacientes mineros y sus mujeres. Se armó de ánimo: estaba coordinando con
Lima, que lo dejaran trabajar. Otro día más y la radio solo traía el eco del
viento helado en las cordilleras. El viejo Robles llegó al atardecer;
sonriente, vestido como si se tratara de un día normal y estuviera por ingresar
a los socavones. Cerró la puerta tras de sí, se quitó la máscara de serena
felicidad con la que había atravesado el patio colmado de mineros en espera de
instrucciones. Y le detalló su plan.
Hernán debería viajar a Lima a entrevistarse con la
dueña de la mina. Robles podía acompañarlo y también el Topógrafo y el
Dibujante. Es decir, la gente antigua y leal. La patrona sabría comprender el
esfuerzo desplegado y les daría un consuelo. La desesperanza no debía
posesionarse del campamento. Era lo importante. Debían viajar a Lima esa misma
noche.
Hernán parpadeó. ¿Viajar a unas oficinas que ni
respondían a los pedidos de auxilio? Esos viejos decían conocer a la patrona
desde cuando era una niña y tenían razones que él, recién llegado, no alcanzaba
a comprender.
***
La residencia de la patrona se ubicaba en una de las
zonas exclusivas de la capital. Las verjas de hierro pregonaban el poderío de
su propietaria y el automóvil negro que trasponía la entrada anunciaba que no
eran los mineros los únicos invitados. Luego de unas confusas coordinaciones,
fueron instalados en una pequeña sala adyacente a la cocina. Hasta allí un mozo
les llevó una bandeja de aperitivos.
(…) La delegación había consumido los postres,
vaciado dos botellas de vino, y los automóviles del jardín se comenzaban a
retirar, cuando el mozo retornó en compañía de otro que peinaba canas.
—¿Y caballeros? —dijo el canoso—. ¿Todo conforme?
¿Contentos?
Hernán observó que tenía las manos cruzadas sobre el
vientre y estudiaba el rostro de cada uno de los visitantes. Cuando le llegó el
turno, le sostuvo la mirada.
—¿Me permite una palabra? —dijo. No fuera a ser que
Robles o uno de los otros echara a perder la ocasión—. ¿Una consulta?
El canoso le mostró un rostro grave, dejó caer sus
párpados; claro, podía hablar. Hernán elevó la voz sobre el rugido de otro
automóvil que partía y le explicó el motivo de la visita. El canoso inclinó la
cabeza.
—¿La señora?
Era imposible, la señora había despedido a sus
invitados y en esos momentos no se la podía interrumpir… Se hallaba dando de
comer a sus perros. Imposible.
—¿Y nosotros qué? —Robles sentó con energía su copa
en la mesa, clavó la mirada en el canoso como si lo detestara de pronto—. ¿No
va a recibirnos por… unos perros?
El canoso juntó las yemas de sus dedos a la altura del
pecho, guardó un instante de silencio y habló con un tono grave. La presencia
de ellos en la casona se debía a un error. Las oficinas habían cometido una
grave equivocación. Era cierto que la cena estaba programada para esa noche,
pero una cena ofrecida por la señora a la gente de los Seguros que la
indemnizaban por la inundación de su mina. Era todo lo que él, con sumo
respeto, les podía informar.
—¿Entonces, nosotros?
El tono del canoso fue más grave aún. Claro que él
advirtió el error desde un comienzo, pero ¿qué podía haber hecho? ¿Echarlos?
No. No era el estilo de la casa. Hizo uso de sus atribuciones de mayordomo y,
bueno, les ofreció esa pequeña cena.
—¿No les gustó?
(…) En el entrecruzamiento de calles y avenidas, las
sombras se desplazaban como fieras en la espesura.
—¿Sabes? —Robles tomó un codo de Hernán—. ¿Has
pensado qué vas a decirle a la gente de la mina?
—La verdad —respondió Hernán, sin pensarlo siquiera.
Robles esperó que el Topógrafo y el Dibujante se les
unieran. Y habló. No. La verdad, no se podía decir. Era mejor decir que habían
sido recibidos por la patrona. Que la patrona se había enternecido al enterarse
de la inundación, que los agasajó con una gran cena y permitió que fueran oídos
por gente distinguida de la Banca y los Seguros. La patrona era una gran dama.
Hernán protestó:
—¿Estás loco? ¿Voy a mentir?
—¿Pero no hemos sido recibidos en su casa?
—Pues sí. Y también hemos cenado. Pero no vamos a
mentir.
—No, joven. Eso no es mentir.
(…) Robles ya estaba hablando. La gente de la mina
estaba destruida moralmente. ¿De acuerdo? Y la única ilusión que la alimentaba,
por esos días, era ser recibidos por la patrona. Y ellos no podían matar esa
ilusión.
—¿Acaso no hemos estado en la casa de la patrona?
¿Acaso no hemos comido del banquete? ¿Ah? Solo faltó verla a ella. Pero si me
propongo, puedo convencerme, y convencerlos a ustedes de que nos ha recibido.
—¿Y qué haremos luego?
¿Qué harían luego? No había que preocuparse.
Nacerían otras ilusiones. La vida era eso. ¿No se daban cuenta, sarta de
viejos? Lo importante era pasar esos malos momentos. El resto vendría solo.
Siempre era así.
3.2.
PERCY GALINDO
Nació
en la capital del departamento, en 1968. Estudió literatura Hispanoamericana en
la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Percy Galindo es un escritor prolífico digno
representante de la nueva oleada narrativa que emerge del Perú andino. Su pluma
ha sido premiada en varias ocasiones: Mención Honrosa en 1991 en el Concurso de las Mil Palabras de la
revista Caretas, trofeo de bronce de la VII Bienal de Cuento del Premio Copé con Perros color de luna en
1992, primer lugar en la I Bienal de
novela del Premio Copé con su novela Como los verdaderos héroes en 2007 y
en 2010 Premio El Barco de Vapor con
su relato Alex, el flotador, texto con el cual inicia su aventura
literaria infantil.
KATTY
Yo
le decía estás loca son quince metros nos caeremos, pero ella insistía no las
ramas son fuertes y soportan nuestros pesos, de modo que había que buscar una
soga o una escalera, trepar como changos hasta acomodarnos, acaballados, y
terminar haciendo el amor en la copa de un árbol cualquiera. Porque así era
ella, lo mismo podía buscarme para leer a dos voces poemas de Prévert que para
hacer el amor como los perritos encerrándonos en el baño de algún concurrido
restaurante de paso, lo mismo podía ser, o cantar jazz clásico a grito vivo en
medio de un centro comercial, lo mismo. Dependiendo únicamente del día y de la
fecha, eso sí; porque aún antes de darme el beso de hola cómo estás te he
extrañado, invariablemente me preguntaba qué día es hoy (nunca estaba enterada
de nada); y si yo le decía hoy es viernes, ella insistía qué número, y si yo le
decía hoy es viernes diecisiete, entonces ella se ponía muy triste y no podía
soportar ni el vuelo de una mariposa sin ponerse a llorar como una Magdalena.
Ese día no recitábamos a Prévert ni hacíamos como los perritos ni como nada,
sólo tenía que escucharla llorar y llorar. Una vez se me ocurrió preguntarle
por qué lloras los viernes diecisiete, entonces ella detuvo el tiempo con la
mirada, me traspasó con la intensidad de sus ojos negros y con la naturalidad
más natural que jamás haya visto me dijo lo hago por todos los hijos de puta
del mundo, y lo dijo con tanta verdad que en ningún momento me atreví a
dudarlo. Desde entonces me acostumbré a vivir soportando su llanto de los
viernes diecisiete, esperando que el toque de la medianoche nos sorprendiera
dando vueltas en algún parque, aguantando los resabios de sus tristezas, para
luego buscar un árbol al último campanazo del viernes, trepar a su copa,
acomodarnos entre sus ramas y hacer un amor de gloria y desvarío. Así se le
pasaba.
Sin
embargo, fuera de los viernes diecisiete, ella era la alegría esculpida en
carne. Yo hasta pensaba es tan feliz que sus aires se desvanecen al contacto
común con las rosas, y tenía motivos para pensarlo. Era menuda, breve como un
suspiro, sus risas eran ágiles y su sexo implacable y fino. No tenía edad, de
hecho el tiempo no significaba nada para ella (a tal punto que me contagió su
anacronía y ninguno de los dos recordó nunca cómo ni cuándo nos conocimos).
Ella decía eso es bueno porque sólo la certeza de un comienzo trae consigo la
certeza de un fin. Y reía. También planeaba sembrar un gigantesco bosque de
árboles donde miles de parejas pudieran hacer el amor como los mismos dioses,
porque le preocupaban el amor y la ecología. Pero su ilusión máxima estaba en
la música: soñaba con tener su propia banda de jazz y cantar como Ella
Fitzgerald. En ese sueño acostumbraba reinventar a los clásicos Bird, Dizzy y
Miles, y colocarlos en su banda, tuteándolos como si fueran sus hermanos
menores. Muy preocupado yo le decía vuelve a tu lugar y tu tiempo alienada,
pero ella soltaba un alarido y entre risa y risa me contestaba bupbadabap
babudubap bipbipbap, y sin más ni más me obligaba a bailar un shimmy o un
foxtrot desenfrenado. Así era ella. A veces se paraba en medio de un centro
comercial o de alguna calle y a voz en cuello cantaba I can’t believe that it’s
true, sin importarle el real escándalo ni el ridículo que yo pudiera estar
sintiendo. Y gozaba. Pero con el tiempo me acostumbré a sus cantos y sus risas,
con el tiempo me fui haciendo a su imagen y semejanza, y de pronto ya no era
sólo Ella quien cantaba como loca en las calles, sino eran Ella y Frank en los
parques, Billie y Sach en los micros, Sarah y Bing en los cines, Liza y Sammy
en los mercados, y ella y yo en todas las esquinas, riendo y cantando en las
esquinas, leyendo a Prévert en los jardines, ella y yo, haciendo el amor en los
árboles y en los baños.
Por
esos días yo no sabía lo mucho que ella luchaba por ser humana, mortal. Ahora
pienso quizá por eso seleccionó los viernes diecisiete para ser triste y poder
materializarse, quizá. Porque ella era casi etérea, tan leve que podía flotar y
volar si se le antojaba. Tan diferente a mí: sólido y tristemente concreto.
Solía mirarme y decir yo soy una libélula que quiere levantarte a ti que eres
un árbol gordo y de raíces profundas; entonces yo pensaba ahora me va a
explicar sus impresiones reales acerca de la vida, y me preparaba para
escucharla, pero de pronto le venían ganas de hacer como los changos y nunca
lograba explicarme nada más.
Habíamos
subido a miles de árboles y teníamos un mapa con los más cómodos baños de
restaurantes de la ciudad, cuando le dije he querido recordarte pero no pude
porque siempre estás presente. Ella se descompuso al oírme, y fue la primera
vez que la vi triste un día que no fuera viernes diecisiete, porque calló todo
el día y sólo a medianoche me despertó para decirme es porque nada sabes de mí
y sólo me inventas. Entonces jugamos a odiarnos. Escondimos nuestros secretos e
inventamos pistas falsas para burlarnos. Y para llegar al límite máximo de
nuestros juegos, jugamos a seducirnos y gozar un sobreactuado amor que nos
destripaba de gustos increíbles. Era un juego confuso. Ella decía la única
regla es mentir, mentir hasta el fin de los tiempos, mentir hasta creernos. Tal
vez de tanto mentir y mentir llegamos a ser verdad, porque cantando, recitando
o haciendo el amor supe que me había elevado a su séptimo cielo, supe que
navegaba en los mares felices del absurdo y supe que nunca jamás volvería a
preocuparme por la vida.
Pero
no conté que con la noción del tiempo el alma se le fuera gastando. Porque
parecía la misma y de pronto ya no era. Una vez me dijo yo soy la luz que se
apaga cuando el día va llegando, nunca entendí sus palabras porque para mí
hasta el día más soleado podía resultar oscuro si no estaba ella. Sin embargo,
ese día debió llegar (o quizá le fallaron los cálculos y se fue cuando aún no
había llegado, quién sabe), pero una mañana no la encontré ni en los árboles,
ni en los baños, ni en las calles. La busqué en el jazz, en Prévert, en Ella,
en mis mentiras, y no la encontré ni en el último sorbo de mi café vespertino.
Miré el calendario: era viernes diecisiete. Ella había desaparecido. Al
sentirla ausente por primera vez desde el olvidado día en que entró en mi vida,
al fin pude recordarla, y sólo entonces caí en la cuenta de que no sabía ni su
nombre. Pero decidí que ése era un detalle subsanable y la bauticé como Katty.
Por nada especial, como el aire es aire, como la flor es flor, simplemente
Katty. Desde entonces no he vuelto a verla, ni he vuelto a hacer el amor en
ningún árbol ni en ningún baño; pero los viernes diecisiete siguen llegando,
uno tras otro, y entonces la pienso, asumo todo el peso del día y sin más ni
más lloro, simplemente lloro, por todos los hijos de puta del mundo, lloro.
ANTONIO
MUÑOZ MONGE
Escritor
huancavelicano nacido en Pampas en la Provincia de Tayacaja, en abril de 1942.
Estudió Letras en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y poco tiempo
después funda y dirige las revistas Coliseo y Festival, dedicados a la
revaloración y difusión del folclore peruano. Un tanto tarde, a los 49 años
publica su primera colección de cuentos Abrigo esa esperanza y en 1992 El
Patio de la otra casa. De 1998 es Nos estamos quedando solos y del
2000 La
casa de Mercedes. En el 2007 publica su novela Que nadie nos espere.
Como periodista labora en el diario El Comercio, en la que ha publicado
artículos y textos varios bajo seudónimos como “El Buscón” y “El Fugitivo”;
en dichos artículos, en muchas ocasiones ha descrito el rico bagaje cultural
andino, su majestuosidad, maravilla, colorido, imaginario y mística tradición.
CÓMO VA LA
GUERRA
- Leuco,
Leonidas, Leuco…
Su
ronca voz, gastada por el tiempo y las borracheras tiene un tono severo
- Leuco,
anda a ver cómo va la guerra carajo.
Con esta
preocupación malhumorada, don Maximiliano Patiño se levanta de la cama. Tose,
mientras sacude sus calcetines golpeándolos en las palmas de sus manos.
Un día después
de la muerte de su esposa, don Maximiliano se encerró bajo siete llaves, en su
ahora arruinada casona de la esquina de la plaza principal de Pampas y siguió
bebiendo, con la misma cólera y desesperanza como lo hizo la noche del velorio.
-
A la mierda con tanta
cojudés- gritó en medio de los familiares y amigos, al anochecer del día del
entierro, mientras se servían tazones de caldo de gallina.
-
A la mierda carajo, se
acabó todo- volvió a gritar y se encerró en su cuarto para no salir más.
Leuco, su eterno
empleado y único confidente, repite el itinerario de siempre, cada vez que a
don Maximiliano se le ocurre enterarse sobre la situación de la guerra. Se detiene
por donde pasan los viajeros a caballo y a pie en dirección a los pueblos de
las alturas; o en la agencia de viajes, taciturno, esperando la llegada de los
ómnibus, que desde Huancayo lo hacen una vez al mes, buscando a algún viajero a
quien preguntar sobre la misteriosa y lejana guerra, pero siempre se iba como
había llegado, mudo, sin averiguar absolutamente nada.
Cruzaba entonces
la tediosa plaza del pueblo adornada con una pila seca, construida e inaugurada
con tanto orgullo, que ahora daba pena verla como una jaula de fierros y
azulejos, tirada al descuido del tiempo y las gentes.
Llegaba tímido y
ausente a la peluquería de don Marcial Quispilaya, donde el doctor Demetrio
Quintanilla, de terno negro y sombrero de paño en la mano, asombraba con sus explicaciones
sobre los últimos adelantos que había visto en las peluquerías de Lima, ese
cuero largo en el que afilaban las navajas, “y un detalle, mi querido
Quispilaya, los pequeños papelitos para poder limpiar la espuma jabonosa de los
afeites de nucas y patillas”.
La llegada de
Leuco al establecimiento se había hecho familiar. Su nerviosismo debido a la
preocupación de don Maximiliano Patiño por saber los destinos de la guerra,
colmaban de satisfacción al doctor Quintanilla, que aprovechaba para explayarse
sobre la historia del conflicto bélico. Leuco y Quispilaya escuchaban embobados
el extenso discurso del doctor Quintanilla, que de rato en rato se mezclaba con
los toques de corneta, redobles de tambor y las voces gritonas del cojo Lacha,
que leía los Bandos Municipales: “rataplán, plan, plan, rataplán, plan; Bando
Municipal número once. Por orden del señor Alcalde del Concejo Provincial de
Pampas Tayacaja, señor don Godofredo Arce… Rataplán, plan, plan,… esta
terminantemente prohibido orinar en la vía pública, bajo pena de arresto…
Rataplán, plan, plan… de igual forma, , queda absolutamente prohibido el arrojo
de basura a las calles de la ciudad… Rataplán, plan, plan, bajo pena de arresto
y multa.
Se anuncia
también que el día domingo en la mañana se expenderá 120 kilos de jamón,
producto que es orgullo de nuestra provincia; la venta se hará al frente de la
puerta principal de la Municipalidad… Dado en la ciudad de Pampas a los 18 días
del mes de agosto de 1944… Rataplán, plan, plan… Firmado Godofredo Arce,
Alcalde del Concejo provincial de Pampas, Tayacaja…
Aprovechando de
una pausa, con el apuro y la preocupación de llevarle alguna noticia a don
Maximiliano, Leuco suplicaba, “Doctor Quintanilla, por favor cuéntenos sobre la
guerra, cómo está la guerra”.
El doctor
Quintanilla, luce aspavientoso, leontina de oro, que le cruza el amplio vientre
engarzando un redondo y pesado reloj Longines que descansa en el bolsillo del
chaleco. Sigue en éxtasis, hablando de Alemania, Francia, Unión Soviética,
Estados Unidos, Dunkerque, la democracia, el nazismo, los campos de
concentración.
La hora del
almuerzo obligaba a correr a Leuco para atender a don Maximiliano Patiño en su
soledad cerrada de la vieja casona.
“Doctor,
disculpe Ud., tengo que regresar, papá Machi está solo, doctor qué le voy a
decir de la guerra”.
-
Leuco tranquilízate,
hombre.
El doctor
Quintanilla apaciguaba a Leuco como a un niño, como a una criatura indefensa.
“Salúdalo a don
Maximiliano, dile que espero verlo pronto, para tomarnos unos piscos. Por qué
tanta preocupación por la guerra. Dile que todo va bien, que los aliados han
desembarcado en Normandía”
-
¡¿Cómo?!- Pregunta el
desolado Leudo con los ojos desmesuradamente abiertos, mirando al doctor que
pasea por la angosta peluquería, para detenerse en la puerta y repetir por
enésima vez su vieja costumbre de mirar a derecha e izquierda y quedarse un
momento midiendo con la vista la solitaria plaza. Voltea y vuelve a decir,
“Leuco, los aliados han desembarcado en Normandía…los aliados”, subraya definitivo
y vociferante.
Con estas
palabras que le queman en la boca y se le escapan de la memoria, leuco
atraviesa la plaza deseando, rogando no confundirlas, no olvidarlas. (“Por
favor papá Machi, los aliados, los aliados, han desembarcado en Normandía, en
Normandía”), repetía, rezaba, apurando sus pasos. Por fin la puerta, el gran
zaguán, el patio, la gran casa, dalias, hortensias, pensamientos, claveles, las
jaulas chorreadas con las cacas viejas de los cientos de jilgueros que se
fueron muriendo o volando a otras querencias.
-
¡Papá Machi, papá
Machi!
Leuco lo llama
buscándolo con gritos entrecortados por la emoción, el respeto y temor de
olvidar la frase salvadora, la frase que iba a hacer feliz al viejo Maximiliano
Patiño: “Los aliados han desembarcado en Normandía”.
Don Maximiliano
Patiño, cubierto con su viejo y grueso, saborea su “calientito”. Solitario,
sentado al pie del fogón de la cocina, se distrae viendo el correteo de los
cuyes por el piso de tierra regado de pasto y alfalfa.
-
Papá Machi…- la voz
suplicante y agitada de Leuco espantó a los pequeños animalejos, que en un
decir Jesús, desaparecieron por los huecos de sus madrigueras.
-
¡Papá Machi Los aliados
han desembarcado en Normandía!- Contento por no haberse olvidado de la frase
salvadora, Leuco volvió a repetirla sin saber lo que decía. Don Maximiliano
Patiño que seguía en el limbo, apuró un trago y volvió a su estado de abandono.
Con desgano preguntó lo de siempre;
-
Y Leuco ¿cómo va la
guerra?
-
Papá- Leuco contestó
feliz –Los aliados han desembarcado en Normandía.
-
No seas cojudo, cholo
de mierda, qué es esto de que los aliados han desembarcado en Normandía. Te
estoy preguntando carajo, has averiguado algo de la guerra, quién está ganando.
-
Sí papá: el doctor
Quintanilla, él mismo me ha dicho, me ha encargado saludarlo, que quiere verlo
para tomarse unos piscos.
-
¿Y la guerra?
-
Él pues me ha dicho eso
papá, que los aliados han desembarcado en Normandía.
Leuco envejeció
ensimismado en esta averiguación. Cada vez que salía en busca de información
sobre la guerra, regresaba con la misma noticia, “Los aliados seguían
desembarcando en Normandía”.
El tiempo y la
indiferencia de las gentes lo entramparon en su obsesión. La guerra, ese
conflicto lejano y misterioso no lo dejaba dormir; pero la certidumbre de ella,
nunca fue más cercana como aquella tarde, en la peluquería de Quispilaya,
cuando el doctor Quintanilla le descubrió que los aliados habían desembarcado
en Normandía. Absorto, intrigado, temeroso ante lo desconocido, había corrido
hasta el encierro de don Maximiliano para darle la tremenda noticia. Desde
entonces, y sin saber absolutamente nada de la guerra como el primer día que
salió a averiguar; los aliados, el desembarco y Normandía, se convirtieron en
fantasmas de carne y hueso que se confundían con el encierro y la soledad de
don Maximiliano Patiño. De tal manera se habían prolongado estas dos
circunstancias en el desolado leuco, que repitiendo ese círculo vicioso, un mal
día –domingo en el mercado- tropezó con un efemérico comentario radial de la
pasada guerra. En ese fugaz instante creyó verse en pleno campo de batalla,
totalmente perdido, como lo estuvo desde el principio, indefenso, huérfano,
fácil blanco para cualquier tirador. Ese domingo se le derrumbó la realidad
para siempre.
Como adivinando
sus perdidos paseos por el pueblo, los chiquillos se fueron acostumbrando a
gritarle entre burlas: “Loco, los aliados, Normandía, Leuco, loco, loco…”
A los años,
cuando don Maximiliano Patiño murió, se fue de este mundo con la única noticia
escuchada sobre la guerra: “los aliados han desembarcado en Normandía”. En más
de veinte años que duró su enclaustramiento todo cambió. No sólo terminó la
guerra; el tiempo inundó su pueblo con carros, periódicos, radios, televisores.
Un inmenso cuartel con mil soldados, cegó, de la noche a la mañana, el lecho
del río Viñas. Peces y ranas amanecieron muertos con las panzas al sol.
Sus amigos lo
enterraron apoteósicamente respetando su memoria y recordando su encierro de
dolor y luto. En el cementerio, el viejo Juanito Cermeño lo despidió con estas
palabras: “Nos llevas la delantera, siempre lo hiciste, pero esta vez es la
última” y mirando a derecha e izquierda, agregó: “en verdad quisiera
acompañarte porque no sé quién me dará la despedida cuando yo muera… ya no hay
nadie de nuestra carnada viejo Maximiliano Patiño… adiós…”
DIDA
AGUIRRE GARCÍA
Profesora
y poetisa quechua nacida en Pampas, provincia de Tayacaja, departamento de
Huancavelica, en 1953. Se licenció en trabajo social en la Universidad Mayor de
San Marcos e hizo una maestría en administración del trabajo en la Universidad
Inca Garcilaso de la Vega. Actualmente es profesora en la Universidad Daniel
Alcides Carrión de Cerro de Pasco.
En 1989 publica su primer texto poético en quechua, Arcilla;
dos años después nace El canto de los cobres, esta vez
escrito íntegramente en español; en 1999 gana el Premio Nacional Poesía en Lengua Quechua convocado por la
Universidad Federico Villarreal.
En 2000 vuelve a sorprendernos con sus líricas
quechuas reunidas en el texto Jarawi y Qaparikuy / Grito
en 2012. Aguirre es una de las voces más representativas de la literatura
quechua, sus escritos han sido recitados y traducidos a diversos idiomas.
JARAWI
¿Acaso
Polvo
de los muertos
he
masticado
para
que
mis
labios estén sellados
en
silencio
de muerte?
Mis
ojos de paloma
urgen
vivir
aquí
en la muerte
en
el fuego de roca
en
el incendio del mundo
y
en mi árido corazón
¡Ay!
Estoy
tapiando tierra negra
a
mis pies de barro
a
mis manos de agua
¡Lluvia
llega ya!
¡sol
alumbra ya!
Todos
mis huesos
están
temblando
y
mi
corazón seco
se
está derramando
en
el arroyito
quebrada
de alisos
¡Ay!
Sangre
de mis venas
Ancestrales
jintiles
antiquísimo
Dios
Mírame
ya!
vivir
ahora ya no es vida
el
hediondo
puquial
está
borbotando
en
este doliente,
ciego
y sordo cosmos
tal
vez
ya
soy arcilla de muertos
¡madre
mía, padre mío!
ya
no soy de esta vida
solo
mi jarawi
se
está escuchando
desde
esta tierra y del otro mundo
para
despertar
de nuestro letargo.
BALAY SIMI, WESTA MAKI
Balay simi, westa maki
Maray wasa
Crispincha
Ayluukunawan sonqoyki
Timpukuptikim
Pitukuykuyta
Qonqawaq
Kurpa qallu
Para uya, yaku chukcha
Mote
ñawi
Felischa
Irkaykiman
ayllu apukuna
Yaykuykuptinmi
Mote
ñawiyki
Yana
orqop sapimpi
Sapichakunki
Intillaña
kay pachapi
Kanchirinaykipaq
Taytallay
Tayta
aukis
Qmqa
yahcallachakankim
Yuraq
soqo
Umachaykipi
Kay
vida kausaqta
Allpawan
Waqechakuykuspam
Raku
sapisapa
Qaqa
rumillaña wateqamunki
Qamqa
yahcalachkankim
Usajina,
aqchi jina
Runakuna
Kausasqanta
Mana
maypi tiyariq
Muyru
rumi jina
Mana
sapiyuq kaq
Taytallay
Tayta
aukis
QamqaYachallachkankim
Boca de canasta. mano de cucharón
espalda de batán
Crispín
Cuando los ayllus en tu corazón
hiervan
debes olvidar
implorar juntando las manos.
Lengua, terrón de tierra
cara de piel de oveja
pelo de agua
ojos de mote Felischa.
Cuando en tus venas los ayllus dioses
penetren
tus ojos claros de mote
en la raíz del cerro negro
echarán raíces como el sol
para que alumbres
en esta tierra.
Padre mío
Padre viejecito
tú sí estás sabiendo
en tu cabecita blanca
de esta vida
la convivencia.
Hermanado con la tierra
Como una roca robusta
de raíces poderosas
te asomas.
Tú sí estás sabiendo
de hombres que existen
como piojos y carroñas
que no tienen donde fijarse
como
piedras redondas
que echan raíces.
Padre mío
Padre viejecito
tu sí estás sabiendo.
MAYPIRAQ
Azul
ñawi papacha
Habaschallap
senqan
Waytarinatanta
Kururananta
Tikcharikuruspa
Ikuis
Juk
sonqollapi
Ayllu
tikananta
Vaca
ñawi Mariache
Papa
senqa Mateocha
Mujuriychik
Kurpata
waqtaspa
Muju
panchirinanta
Kichka
uma
Tullu
uma Samuelcha
Pili
ñawi
Usa
sayay Juancha
Maylawpi
Sapiyki
Yachaptikipa
Manam
qonqerinpalla
Yachawaqchu
La papita ojos azules
La nariz de la habita
Que deben
Florecer, ovillarse
Al despertar
Cuajándose los ayllus
En un solo corazón
Ojos de vaca Mariacha
Nariz de papa Mateocha
Siembren la semilla
Golpeando
Los terrones de tierra
Para que el
germen florezca la semilla
Cabeza de espinas
Cerebro de huesos Santucha
Ojos de pulga
Estatura de piojo Juancha
Si tú
Supieras
En qué lado está tu raíz
no vivirías
Solo arrodillado.
3.3.
ORLANDO LOAYZA CONDORI
ORLANDO
LOAYZA CONDORI (Huancavelica, 1969) Poeta y docente. Estudió docencia en lengua
y literatura, primero en el Instituto Superior Pedagógico Público Huancavelica
y luego en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Publicó junto a sus
compañeros de generación las colecciones de cuento Sol de medianoche, El
perfil del arcoíris (1996), Huancavelica siglo XXI (2000), Para
matar la noche (2010) y ya autónomamente El mismo café y otros cuentos
(2016). Sin embargo, su poesía data aún de finales del siglo XX con Eslabón
de crepúsculos (2000), recientemente reeditado. En 2005 es merecedor de
una mención honrosa en el Premio
Nacional Horacio con su obra Yedra.
A los 20 años inició la formación
de un grupo musical muy reconocido en Huancavelica Cantos de Vida junto a sus compañeros Pedro, y Jesús. Actualmente
reside en Lima.
TUS PERTENENCIAS
Enumerar
tus pertenencias
Es
recorrer tardo tu cuerpo,
Quedamente
vivir,
Hallarse,
existir:
Ahí
tu peineta, tu cepillo, el champú
¡Ah!…
el champú,
Ese
viscoso líquido que te transforma
En
una breve diosa con cabellos de nube
Ahí
el jabón,
Ese
loco seductor que venda de caricias tu cintura
Tus
hombros, tu espalda;
Ahí
el perfume de agua clara de colonia
Que
se yergue ante mi olfato
Y
que te trasforma en una enorme rosa vagabunda.
¿Y
tus joyas?
El
infaltable anillo, los aretes, las medallas
Algún
brazalete jamás usado
Para
no atarte a recuerdos de lujuria
Para
no quedarte atada sobre el
Misterioso
recuerdo de ti misma
Me
asomo a tus cosméticos:
Mundos
de colores fulgurantes,
Fosforescencias
que me adelantan
Trozos
de tu rostro:
Tus
ojos luminosos, tu mejilla en rubor
O
el halcón negro de tus párpados encadenados
En
las garras de tus pestañas
Todo
eso me adelanta de ti tus cosméticos
Luego,
pienso:
Es
un mundo policromo y prohibido para mí
Una
estación de repaso a la mirada
Una
vaga vegetación que patenta mi ignorancia
Y
es como haberse dormido en tus labios
O
embriagarse observando
Tus
cosas: Obedientes objetos
Que
esperan tu regreso.
¿Quién
construyó el lápiz labial?
Algún
caos de fiebre sin duda,
O
un remolino de pasión masculina
Con
la memoria pegada a un beso
Un
pintor, un músico,
Un
acróbata que temía caer
En
el abismo de tu escote
Sin
duda.
¡Ah!,
tus vestidos
Las
medias, el sostén, la falda.
La
blusa que enflaquece de locura
Hasta
que tú regreses
Y
lo inflames de deseo y dementes curvas.
Después
tus zapatos
Tus
zapatos, tu error consuetudinario
El
segmento de amor que te eleva de la tierra
Y
que reserva tus andares para mí.
NOCHE DOBLADA
El escritor no entendía por qué últimamente las
frases que inventaba las olvidaba casi en el acto. A pesar del esfuerzo por
retener los vocablos, estos se le escapaban de la memoria como piezas de un
rompecabezas que de pronto caen de las manos y se dispersan caóticas,
incontenibles y locas y…, y había que volver al principio, otra vez como
siempre. Volver a leer los primeros párrafos y reconstruir los personajes, al
alpinista, al obscuro y desconocido personaje, la montaña nevada peligrosa y la
caída… entonces, en ese punto precisamente, volvía a olvidarlo todo, como si
una oscura línea le borrara los recuerdos y lo paralizara.
Tal vez un incógnito trastorno estaría obstruyendo
su mente. O quizá, desde que se golpeó la frente en el escritorio a causa del
sueño extremo, el miedo habría logrado bloquearlo o mantenerlo a raya frente a
las palabras, ahora para él confusas y algo sombrías.
Volvió a leerse desde el principio; recompuso las
palabras, las frases y las oraciones y a continuación los párrafos. Se
rearmaron las montañas, los picos, el nevado, el alpinista y… la oscuridad
insondable volvió a él, o ¿él volvió a la oscuridad?
Ya nada era seguro.
Tuvo que sacudirse la cabeza y concluir que era
mejor visitar al médico. Pero los médicos también eran muchas veces simples
personajes de cuento y nunca daban con los males reales. Esa idea lo fastidiaba
y terminaba por preferir la postergación.
Sin embargo, un último esfuerzo más allá de lo
soportable, siempre divide a los hombres de los que no lo son. Así que doblegó
el cansancio y continuó. El hombre incógnito se abalanzó contra el héroe
alpinista; los pies robustos lo sostuvieron por un breve segundo; pero, a
continuación, debía caer. El abismo era espantoso; siempre lo había sido
porque, a pesar de que él era un alpinista profesional, un abismo siempre es
una constante amenaza terrorífica.
Nuestro héroe personaje finalmente estaba por caer y
no había nada que pudiera rescatarle de eso, aunque siendo él, el escritor,
podría hacer que algo milagroso ocurriera.
No le hacía gracia esa aventura milagrosa, más bien
su historia debía terminar con mucho realismo; pero entonces, ¿el cuento sería
propiamente un cuento?
El abismo era insondable y, a esa hora, era mucho
más que aterrador. Un abismo dentro de la noche no es solo un abismo, es otra
noche más. Se entusiasmó con las palabras, los hechos, la historia. Casi podía
pensar en alguna frase que vinculara las matemáticas; algo como una noche al
cuadrado o una doble noche; pero, esto no causaría siquiera miedo y la caída
debía ser totalmente dolorosa, terrorífica…
Una vez más las frases estaban por írsele de las
manos. En realidad se le estaban yendo de la cabeza; pero, a decir del
alpinista, a éste sí se le estaba yendo de las manos todo, todo cuanto pudiera
salvarlo y, claro, tampoco tenía la suficiente memoria como para ponerse a
pensar justo cuando se está por caer.
Apagó la luz para vivir mejor la idea del abismo y
la caída. Cerró los ojos. Pensó que apagar la luz para vislumbrar mejor la idea
de la fosa era aterrador de por sí, pero aun así la apagó para vislumbrar mejor
esa lóbrega idea aterradora; dejó que el aire de afuera ingresara con algo de
violencia a su habitación y comenzó a imaginar cómo sería caer en un vacío
obscuro infinito.
Cerrados los ojos, dentro de esa doble noche, con
extremada fuerza, pensó en el abismo y antes de que pudiera repensarlo una
última vez, y golpearse contra las rocas, las ideas se le fueron para siempre
de la cabeza y, también, de las manos.
3.4.
HAROL GASTELÚ PALOMINO
Profesor
de arte y literatura egresado de la Universidad Nacional “Enrique Guzmán y
Valle”. Nació en Huancavelica en 1968;
no obstante, junto a su familia, pronto emigraría a tierras ayacuchanas.
Actualmente reside en Lima, en donde desarrolla activamente su labor literaria.
Ha obtenido diversos galardones,
entre ellos, el Premio Nacional Horacio
2004 en el área de cuento con Historia urbanas, el Premio Pasacalle 2008 con su novela Cadena
perpetua, el Premio Sexto
continente de relatos en España, el Premio Nacional Horacio 2011 en el área
de novela con La agonía de Juan de Dios y
el Premio de novela Altazor 2018 con El castillo olvidado;
asimismo ha sido finalista en 2011 en el Concurso
de novela breve Óscar Wilde en España y en 2013 en el Premio de novela Altazor con Viaje al corazón de la guerra; del
mismo modo ha obtenido diversas menciones honrosas tanto a nivel nacional como
internacional.
Su incursión en el teatro ha
merecido también reconocimiento nacional e internacional, al haber obtenido el
premio del Festival de dramaturgia Sala
de parto con la obra Nayelly en 2015.
Otras obras suyas son: La
pisicina, Los pasos en la escalera, etc.
EL FANTASMA
¿No sabes quién ganó las elecciones en los Estados
Unidos? Su aliento a medicina se metió por mis narices. Levanté la vista: era
una chica de rostro pálido, cabello castaño oscuro y ojos claros. Este
periódico es de ayer, le dije. Estábamos en el hospital de donde yo no me había
movido las últimas horas para ver la evolución de mi padre que acababa de
sufrir un infarto. Como todo hospital del Estado, este tenía un viejo televisor
que a duras penas captaba la señal pero, por ser de madrugada, estaba apagado.
¿A quién esperas?, me preguntó la chica. A mi papá, le dije. ¿Y tú? Pareció no oírme.
No insistí. Me moría de sueño. Quería darme un baño y echarme a dormir. ¿Cómo
te llamas?, me preguntó. Harold, le dije, ¿tú? Marisela. Me acordé de Marisela,
la cantante mexicana. Marisela llevaba un jean celeste y una chompita verde
limón. ¿No tendría frío? Parecía haber salido de una fiesta. ¿Qué música
escuchas? Esa sí era una pregunta estúpida. Depende de mi estado de ánimo, le
dije. La última semana me la había pasado escuchando Vivo por ella en las voces
de Andrea Bocelli y Judy Weiss. A veces me gusta tanto una canción que la
escucho hasta el cansancio. ¿Y tú? Otra vez pareció no oírme. Sus ojos estaban
perdidos en algún punto del horizonte detrás de las lunas del hospital. Afuera
garuaba, era primavera y garuaba en Lima. El día anterior había hecho un calor
inusual como anunciando el verano que se acercaba a pasos agigantados. Me
imaginé la vida sin mi padre. Habíamos estado juntos los últimos cuarenta años
de nuestras vidas. Otra ausencia más. A veces me detendría en mitad de un
pasadizo y escucharía en el silencio sus pasos firmes, seguros, como hacía para
recordar a mi madre. Él ha vivido ochenta años, traté de consolarme, tú apenas
vivirás hasta los setenta. Treinta años de ausencia. ¿Qué había hecho yo los
últimos treinta años? Había terminado la primaria, la secundaria, la
universidad, ahora vegetaba en un colegio enseñando un curso que cada día
aborrecía más. Quizá había llegado la hora de cerrar las puertas y marcharme
lejos de la ciudad, volver a mis raíces como lo había deseado mi madre. Un
pueblo pequeño, un río, árboles. Llevaría las cenizas de mis padres conmigo.
Llevaría mis libros. Leería. ¿En qué piensas? La voz de Marisela me sacó de mis
cavilaciones. ¿Gustas un café? Así nomás, dijo, gracias. No tuve ánimos de ir
por otro café. Quizá buscaría una mujer, tendría un par de hijos. Llegaría a la
edad de mi padre y mis hijos tendrían mi edad… No, no, no quería eso. Un día, a
los setenta años, me sentiría mal y entonces pondría una bala en el fusil que
había pertenecido a mi padre y me volaría la tapa de los sesos. Treinta años
más. Afuera la vida continuaría. ¿Por cuánto tiempo más? Quizá dentro de
algunos años no habría suficiente comida para toda la gente, quizá dentro de
algunos años los glaciales se derretirían… El futuro se presentaba desolador.
Mientras tanto, la gente seguiría naciendo, seguiría muriendo. La muerte no es
tan fea como se la pinta, dijo Marisela. Yo a su edad también pensaba lo mismo.
Había visto morir a tanta gente sin inmutarme. No era mi dolor, no era mi
sufrimiento. Voy a hacer pis, dijo la chica, vuelvo enseguida. Se puso de pie y
echó a caminar en dirección a los servicios. La vi atravesar la puerta del baño
como si esta estuviera abierta.
LA MANO
Se
prendió de mi tobillo. Fue como si hubiese pisado una trampa para fieras.
Grité, aullé. Con horror, vi que era una mano la que me sujetaba el pie. Una
mano de mujer, una mano que yo conocía muy bien: pequeña, de largos y delicados
dedos que terminaban en unas larguísimas uñas cuyo esmalte rojo estaba
descascarándose. Era la mano de la mujer a la que yo había amado como no lo
volvería a hacer nunca, la mano de la mujer a la que yo había matado por culpa
de unos celos enfermizos. Las uñas, como garras, se hundieron en la carne hasta
chocar con mis huesos. La sangre manaba a borbotones. Grité pidiendo ayuda pero
nadie acudió en mi auxilio, estaba solo en ese cementerio perdido en el arenal.
Los túmulos parecían montañas que me separaban del mundo. A duras penas pude
alcanzar una vieja cruz de metal y con ella golpeé esa mano que sobresalía del
suelo, pero, en lugar de soltarme, presionó más como un yunque, sentí que mis
huesos se quebraban, astillaban, estallaban. ¡Lily, perdóname, no quise
hacerlo!, rogué inútilmente. La había querido, había sido el amor de mi vida.
Desde su muerte no me había vuelto a interesar en otra mujer. Cómo había
luchado por conseguir su amor, qué no había hecho por hacerla feliz, pero Lily
se empeñaba, no sé si en forma adrede o inocente, en hacerme dudar de su
fidelidad, del gran amor que decía sentir por mí: eran muchas las veces en las
que, al regresar del trabajo, no la encontraba en casa. Estuve con mi mamá,
salí con mis amigas a tomar un café y se nos hizo tarde platicando, eran sus
excusas, pero nunca iba donde su madre, apenas si tenía amigas. ¿No me crees?,
preguntaba cuando me quedaba mirándola tragándome los celos, la cólera, el
dolor, la impotencia. Las últimas semanas antes de su muerte ya ni teníamos
intimidad, inventaba un dolor de cabeza, un cansancio que no aplacaba el rencor
que hacia ella crecía en mí como un volcán que en cualquier momento haría
erupción. Y lo hizo una madrugada cuando llegó eufórica y con la piel
impregnaba de un perfume ajeno y me dijo ¿a ti qué te importa dónde estuve?
cuando le pregunté a dónde había ido, ¿acaso eres mi dueño? ¡Maldita puta, no
te volverás a burlar de mí!, le espeté mientras le tapaba la boca y la nariz
preso de una furia incontrolable. Se retorció un poco hasta que sus pulmones
estallaron. No quise hacerlo, ella me empujó a matarla, mi vida era un
infierno, si seguía así, iba a terminar perdiendo la razón. Su entierro fue
discreto, apenas un par de colegas míos y sus padres. Unos años después la
trasladé a este cementerio en medio del arenal cansado de las misivas amorosas
que siempre encontraba en su tumba y que alimentaban los celos que aún me hacía
sentir a pesar de estar ella muerta. Grité cuando vi brotar otras manos que se
prendieron de mis piernas arrastrándome hacia el fondo.
3.5.
RAFAEL GUTARRA LUJÁN
Una de las
voces más importantes de la literatura huancavelicana actual, es sin duda,
Rafael Gutarra Luján, quien naciera en 1963 en la provincia de Tayacaja; no
obstante, su carrera y oficio la ejerce en Piura, ciudad que lo acogiera desde
hace muchos años atrás y en donde, en la Universidad Nacional de Piura, ejerce
la docencia.
Estudió literatura en la Universidad Nacional de
Educación Enrique Guzmán y Valle y posteriormente en la Pontificia Universidad
Católica del Perú y en la Universidad Nacional de Piura.
Ha publicado Cuentos
de otros mundos (1990), Tiempo de fuego y alegría (1994), La Amilda está en el cielo
(1998), La muchacha de la sonrisa más bella del mundo (1998), La
Shira (2000), Tres historias del pueblo de Dios
(2000, en coautoría con Sigifredo Bumeo y Houdini Guerrero), La
fuga del ángel (2001), Mitos y Leyendas de Piura (2002), Ukukito
en el reino del Chuyachaqui (2014), Leyendas Urbanas (2014) Yesenia Chaveta (2019),
entre otras.
Asimismo, ha sido merecedor
de diversos premios tales como de los Juegos Florales de la Universidad Nacional
de Educación Enrique Guzmán y Valle, del Instituto Nacional de Cultura de Piura
y el III concurso de cuentos y leyendas regionales de radio Cutivalú.
RECUENTO
¿Qué provecho tiene el
hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol?
Eclesiastés 1. 3
Cuando el hombre
cayere, no quedará postrado.
Salmos 37. 24
La
muerte o el fracaso de alguien nos entristece, acota David, por eso algunos
cuentos o noticias tristes nos capturan. Añade algo sobre la pena común de los
humanos, como si se tratara de un solo corazón que sufre. Pienso en lo que dice
y me asalta una sensación de regocijo, quisiera retrucarle, decirle que más
bien nos alegra no haber sido elegidos por la diosa del infortunio. Pero
mantengo el silencio. David sonríe y paladea el vaso de cerveza helada.
Descansa el vaso sobre la mesa, lo estruja con las dos manos, lo acaricia con
fruición. Quiero escribir sobre la cárcel de Piura, sobre ese antro, dice
enfatizando la última palabra, adonde llegué por escribirle un poema a la mujer
de un abogado. Cae la tarde, el sol se estaciona en el rellano de la puerta,
entra agónico y muere a nuestros pies. Un tenue brillo en los ojos de David
morigera los estragos del entierro. La puta vida, dice mientras se despacha
otro vaso de cerveza, la putísima vida enseña no meterse con mujeres de
abogados. David lucha contra un gigante que se impone, un Goliat ausente, más
siniestro por ausente. Una piedra que golpea contra el techo de cinc de la
chingana. La emputecida vida que jode. David quiere salir. Lo detengo. No vale
la pena enojarse por unos pendejitos que gritan y pasan a la carrera. Me mira y
sonríe. Pero si hubieras conocida a la hembrota esa del abogado, hubieras hecho
lo mismo. Lo imagino en la prisión, conversando con rateros, asesinos y estupradores.
Allí, en la cárcel de Río Seco, conocí a Valento. Los gestos de sus manos
marcan el ritmo de su voz. Llegó con los sapos, los grillos y la caída de los
puentes. La lluvia manaturalosa derrumbó la cárcel de Tumbes y Valento se
convirtió en un preso damnificado. Relata bien, tiene un problema momentáneo
con el recuerdo, como si navegara en un mar de agua dorada y espumosa. Es un
campeón. Ha luchado contra Goliat. Otra piedra sobre la calamina renegrida del
techo. ¿Por qué le dicen Valento? Habla David: Valento, viene lento, camina
lento y tiene talento para contar su historia a cambio de cigarrillos. Nada de
tragos, dice con su voz lenta, porque uno puede sacar el animal que lleva
dentro. Antes de empezar se arremanga la camisa y se dirige donde un violador
negro y patuleco, con quien llegó trasladado de Tumbes a Río Seco, le pide que
toque el cajón, da unos pasitos suaves de “Negrito, ven, préndeme la vela,
negrito, ven, préndeme la vela…”. Pero bien pueden llamarle Valento por su
coraje o porque mató a su mujer en la madrugada del día de San Valentín,
patrono de los enamorados. Ese cojudo, dice David, ponía los ojos en blanco y
tartamudeando comenzaba a narrar lo que hizo, un verdadero cuento que casi
nadie se lo cree, pero todo el que se lo pide escucha atentamente:
No me va a creer
mi jefe pero me faltan dos días para cumplir mi condena. Fíjese que son veinte
años que se han pasado volando. Yo tenía una mujer que para qué me quejo: me
dio una churrita linda. Pero qué jodida era. Siempre quejándose con su voz de
pato: que no hay para la olla, que la churre está grave, que falta para su
“medecina”. Yo me mataba trabajando hasta tarde en la construcción de módulos
en Puerto Pizarro. Y lo único que se le ocurrió a ella fue hacer parrillada pro
fondos de la “medecina” de la ñaña. Me acuerdo que fue como pasada la noche que
llegué fatigado a la casa y ella me dijo: Nu hay carne pa la parrillada y ya
todas las tarjetas están repartidas. Que era un descuidado, que para eso me he
casado con un blanquiñoso pelagatos. ¿Podrá darse cuenta mi jefe? Fea, tísica,
malgeniada y encima me insultaba. La churrita que tosía horrible en el cuarto.
Me dio un coraje maluco la chusma atrevida ¿Qué no hay carne pa la parrillada?
Un hay desgraciado de mierda, me contestó. No te preocupes, cholita, le dije
acercándome y escondiendo tras mío el combo que saqué de mi mochila, ya tenemos
carne pa mañana. Ella seguro esperaba una respuesta. Y esperó confiada. Hasta
que levanté mi brazo y me miró con sus ojos de bolas sorprendidas. Y la tumbé
de un solo combazo en la sesera. Lueguito lo arrastré a la cocina y le asesté
otro combazo para asegurarme de que no sufriera. Una vez calata, la tendí sobre
la mesa y empecé a tasajear todo su cuerpo. Fíjese mi jefe, lo que uno recién
viene a enterarse cuando maneja el cuchillo: la carne de los cristianos es bien
jodida. A medida que cortas, acude una espuma como lavasa roja que se apretuja
y no permite trozar bien. Para los huesos se necesita la sierra de cortar
fierros. Hace temblar los nervios. Resisten los tendones jodidos, fortísimos,
como alambres de acero, se lo digo yo que también he trabajado en carpintería
metálica. La carne es tibia, muy tibia, palpita como poto de gallina. Fue un
tremendo problemón tasajear la carne de la pendeja. Después limpié las manchas
de sangre y puse las presas en una batea de vinagre y ajo molido para que
agarre su gustito y consistencia. Y me fui a descansar junto a mi churrita
enferma. Al día siguiente yo mismo aticé los carbones, yo mismo puse la carne
en la parrilla, yo mismo serví en los platos descartables acompañado con su
camote, sus lechuguitas y su huacatay picante. Doradita, jugosa, riquísima,
decían los jijunas que venían con sus tarjetas y al son de la fiesta se la
despacharon todita. Algunos hasta bromeando: ¿por qué las presas son tan
grandes, vecino ¿ah? Las vecinas cacaraquientas pagaron algunas tarjetas con lo
que pude curar a mi churrita. ¿Y la señito, vecino? Allí la pobrecita se
desmejoró y se fue para Corrales donde su mamita, ¿o sea que solito va a pasar
este día, vecinito? Y se reían mirándome cómo volteaba los trozos de carne en
la parrilla. Así fue que me deshice de ella mi jefe. Y no me arrepiento. Y es
que ninguna mujer debe quejarse del trato que le da el hombre que ella misma ha
escogido. Como me veían solito con mi churrita, la gente empezó a preguntas.
Sobre todo las mujeres. Y yo les dije que mi mujer se había escapado con otro
hombre. Y entonces la gente me ayudaba. Yo iba a trabajar y mis vecinas
cuidaban de mi churrita. Y si no fuera porque no hice un aguadito con su
cabeza, sus bofes, sus tripas y los huesitos que me sobraron, los perros no la
hubieran desenterrado y yo no estaría en este lugar y mi hija, esa churre
blaquiñosita que me viene a visitar y que todos creen que es mi señora, no
hubiera crecido solita y abandonada.
David ya no habla, sorbe la cerveza y golpea la mesa
con el vaso. Es un campeón. Ha luchado contra Goliat. No contra esa marca de
bicicletas que estaciona un negro ripioso que alguna vez fue corpulento.
¡Macuco!, le grita David. El negro hace una señal al percatarse de mi
presencia. No pasa nada, muchacho, le dice David. Ha vencido. Ha derrotado a un
gigante. Nunca más Goliat. Ni lluvias. Ni barrotes. Ni celdas. David dice:
Valento salió antes que yo, me han dicho que lo han visto por el mercado. Fue
en ese momento que entró un hombre de barba crecida, ojos mansos como charco de
agua de lluvia y un rostro blando con la tristeza de la piel que aumenta con el
crepúsculo. David se paraliza. Yo también. Viene lento a nuestra mesa. Habla
lento. Saluda a David y nos ofrece una tarjeta de parrillada con un epígrafe de
ayuda a tu prójimo. Le compro una. Se
despide amablemente, Valento, se aleja lentamente. No hace falta que David diga
algo. Sólo agrega que algún día se va a sentar a escribir este cuento.
3.6.
JORGE PAREDES
Nació en 1966. Estudió en la Universidad
Nacional Enrique Guzmán y Valle. Durante la década del 90, junto a otros
compañeros, funda Estación 32.
Actualmente forma parte de la junta directiva de la Asociación de Escritores
Huancavelicanos. A publicado Romance del
fuego y las palabras (2000)
BAUDELAIRE
El
poeta
es
un ángel desplumado,
ardiente
brasa, vómito infernal,
emergido
de las tinieblas.
Como
todo lo existente
no
habita esferas celestes
carece
de bondad.
Arrojado
a la tierra.
El
cuerpo que posee
cruje
con la brisa
y
sus alas desnudas
son
remos
varados
al
borde del mar.
NUEVA TIERRA
PROMETIDA
No
conozco el mar
-¡pero
cuánto anduve!...-;
daría
toda mi vida
por
verlo solo un instante.
POIESIS
Cortar
árboles
edificar
una cabaña
y
prenderle fuego.
Y
con los brazos cruzados
por
entre la lluvia
contemplar
la belleza del silencio.
KAFKA
A
pesar de todo escribí
a
pesar de todos
dejé
constancia del naufragio.
JOHN
OCHOA TINOCO
Poeta huancavelicano nacido en 1980. Estudió
en la Universidad Nacional Enrique Guzmán y Valle y en la Universidad Nacional
Mayor de San Marcos. Ha publicado Qantu
rebelde (2013) y Prolesía (2017),
cuyas temáticas rondan el compromiso social y la lucha política.
***
Marcharé
con pasos firmes,
con
el brazo erguido,
con
los puños en alto.
Y
tus ojos
me
verán lentamente.
¡Marcharé!
convivente,
venturoso...
Tus
ojos y tu aliento suspirarán,
al
revertir al pasado.
En
la batalla, al frente iré,
cual
bandera;
roja
entre los puños,
con
ella me verás...
***
Disculpe
señor
hay
días en que me dan las ganas
de
ponerme los ojos.
Ganas
de mirar
ahí
dentro
el
hambre terrible y feroz
del
lustrabotas,
mirar
los llantos
desesperados
de
la madre
huérfana
ya
de
lágrimas…
BIBLIOGRAFÍA
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